El Bayern de Munich se impone en el partido de ida de octavos de Liga de Campeones (1-3) y aumenta las dudas sobre el futuro de Arsene Wenger en el banquillo 'gunner'
No hace tanto que el Arsenal era un equipo campeón, de esos que todos los clubes deseaban evitar en la lucha por los títulos. Han pasado tan sólo unos años y el club entrenado por Wenger se ha convertido en un equipo segundón, uno de esos que siempre comienza con grandes aspiraciones pero que conforme avanza la temporada se da cuenta que éste tampoco va a ser el año.
El partido de este martes ha vuelto a confirmar que este Arsenal no guarda nada de lo que un día fue. Los aficionados al fútbol afrontaban el encuentro con la esperanza de encontrarse con dos clubes poderosos que lucharían por dar un paso en la eliminatoria, pero la realidad -al igual que a Rajoy- les volvió la cara.
Muy pronto quedó claro que el único gran conjunto presente en la cita era el Bayern, que apenas a los veinte minutos ya había dejado prácticamente sentenciada la eliminatoria con los goles de Kroos y Muller. Un mazazo para los ingleses que, aunque mostraron cierta intensidad, no inquietaron en demasía la portería de Neuer.
El gol de Podolski a su ex-equipo en el 55 parecía dar esperanzas a la afición local, pero los muniqueses no se inmutaron y Mandzukic, a falta de un cuarto de hora para el final, estableció el 1-3 definitivo.
De esta manera, el partido de vuelta parece bastante anecdótico, sobre todo tras la lección de superioridad mostrada por los alemanes. Pero nunca se sabe lo que la magia de la Champions nos puede deparar.
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