Partido vibrante (2-2) que tuvo el United en la palma de la mano pero que se le esfumó en el último minuto. A pesar de centrar mas de ochenta veces al corazón del área, la mala fortuna, la estelar actuación de Stekelenburg y los nervios evitaron que los red devils se hiciesen con los tres puntos. Se adelantaron los visitantes con un gol de Sidwell, empataron y se adelantaron en tan solo un minuto los locales por medio de Van Persie y Carrick, y a falta de diez segundos marcó Bent.
Puede que sea el cambio de entrenador; puede que sea un vestuario que necesita una regeneración importante; puede que sea el ansia por ganar y la mala fortuna; pero lo que le pasa este año al Manchester United es de película. Hoy fue el ejemplo perfecto, el reflejo de un United que no tiene claro como vencer a un rival inferior como fue el Fulham hoy. Muchos aficionados apuntan a David Moyes como el principal culpable de una crisis que parece no tener fin. Ni la llegada de Mata ha traído consigo la senda del éxito. Los de Old Trafford sufren de ansiedad y se ve. Hoy centraron ¡ochenta veces! al área, tiraron más de veinte veces y Stekelenburg les sacó varios goles cantados. Pero qué se puede hacer cuando no hay suerte.
El partido en líneas generales no fue malo para los locales. Fue un monólogo de principio a fin reventado por los dos goles -inesperados- de los cottagers. El primero de los goles fue un fallo defensivo garrafal. Tres defensas -Rafael,Smalling y Vidic- salen a tapar al mágico Holtby, que se sacó de la chistera un centro de cuchara para Sidwell. El pelirrojo tenaz se plantó delante de De Gea, que nada pudo hacer para evitar el gol. Los diablos rojos siguían a los suyo, atacando sin parar pero sin cabeza y así es muy difícil materializar las inumerables ocasiones de las que dispusieron. El descanso llegó y no hubo pitada, quizás por respeto a Sir Bobby Charlton y las flores de Manchester.
La segunda mitad fue otro monólogo rojo que no se culminó hasta el minuto 77. Jugada muy elaborada, rechace que le cae a Mata, y el español dispara a puerta. Ahí estuvo atento Robin Van Persie para meterla dentro. Old Trafford estalló de júbilo y no tuvo tiempo ni de sentarse ya que un minuto después Carrick empalmaba un rechace desde fuera del área que batía a Stekelenburg. A punto estuvo de venirse abajo el estadio. Moyes lo celebraba con la grada, aprovechando el momento para encontrar esa sintonía con el respetable de la que no goza por el momento.
Pero como toda tragedia, el final iba a ser apoteósico. Cuando quedaban diez segundos para el final, Richardson se sacó de la bota un trallazo que detuvo De Gea con dificultades. El rebote salió despedido pero no había nadie vestido de rojo para patearlo. Allí había uno vestido de blanco, Darren Bent. El delantero inglés remató a puerta con un testarazo y silenció el estadio. Ferguson miraba fijamente al campo sin pestañear, sin entender como luchar tanto no tuvo recompensa, y pensando dónde quedan los tiempos gloriosos con él al mando. Meulensteen sonreía desde su asiento. Desde que dejó de ser el segundo de Fergie nunca había pisado Old Trafford. La suerte estuvo de su lado, y se olvidó del United.
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