Un golazo de Bale en el último minuto no sirve para que los Spurs disputen la Champions la temporada que viene. El Arsenal, que también hizo sus deberes, termina en cuarta posición.
Llegaba el Super Sundey a la Premier League con tres claros alicientes. El más importante, la despedida de Sir Alex Ferguson como entrenador del Manchester United tras 27 años al frente del club como entrenador. Pero en el fútbol, el deporte Rey, premia el hoy y el mañana, aunque siempre se recuerde con nostalgia a aquellos que hicieron historia en el pasado.
Ese premio consistía en participar en la Champions League en la siguiente temporada. Por un lado el Arsenal, un fijo en la competición, y por otro el Tottenham, un equipo que aspira a hacer frente a los más grandes de Inglaterra: Manchester United, Manchester City y Chelsea.
Los Spurs partían con un punto de desventaja con respecto a sus vecinos. Conscientes de ello, salieron desde el primer minuto contra el Sunderland, salvado tras la derrota del Wigan precisamente ante el Arsenal, a buscar la portería contraria para meter presión a los de Wenger. Pero el Sunderland, ya sea por el alivio de mantener la categoría o por la advertencia de Di Cannio de reducir las vacaciones de sus jugadores si no jugaban con dignidad, estaba bien plantado en el campo.
Al ser un partido donde había mucho en juego, la polémica siempre estuvo presente. De hecho, el Tottenham llegó a reclamar hasta dos penaltis en la primera parte en los que intervino Gareth Bale. El primero fue en el minuto 20, cuando en una de las habituales cabalgadas del galés, Larsson metió el cuerpo derribando a la estrella de los Spurs. El árbitro, sin embargo, consideró que Bale hizo teatro y le mostró la tarjeta amarilla.
Diez minutos después, Wicklam tuvo el 0 a 1 en sus botas cuando remató en el área pequeña al cuerpo de LLoris. Villa Boas respiraba. El partido terminó sin goles en la primera mitad y White Hart Lane aún tenía esperanzas de conseguir el pase a la Champions League.
Pero duraron muy poco. La segunda parte empezó con un Tottenham precipitado cuyos despistes estuvieron a punto de costarle un disgusto. Pero Lloris estaba entonado. No así el resto del equipo. A los Spurs les faltaba definición y agresividad y su desesperación fue a más cuando el árbitro no pitó un penalti que pareció claro por manos del español Carlos Cuéllar. Esa jugada coincidió con el primer gol del Arsenal que rompió de un plumazo las ilusiones de White Hart Lane.
El Tottenham quisó hacer sus deberes, pero el muro que plantó Di Cannio parecía indestructible. Colback salvó dos balones bajo los palos en una misma jugada, Adebayor no era el mismo que impresionó unos días antes en Stratford Bridge ante el Chelsea y Bale fallaba manos a mano impropios de él.
El partido parecía condenado al empate a cero a pesar de la expulsión de David Vaugham (Sunderland) y el Tottenham a disputar de nuevo la Premier League, una competición menor para un equipo que quiere crecer para estar con los más grandes. Pero para ser grande se necesita tiempo. Si no que se lo pregunten a Ferguson. Y Bale, con el tiempo, llegará a ser más grande de lo que es si sigue demostrando su calidad con goles como los de hoy. El galés hizo su último servicio de la temporada convirtiendo un golazo por la escuadra en el último minuto del partido que fue insuficiente para conseguir un billete para la Champions, tras la victoria del Arsenal, pero que provocó el delirio de un público que sabe que tiene una estrella. Quién sabe si para la historia.
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