La fe del Everton mueve montañas

Espectacular remontada toffee (2-1) en un partido que tuvo dominado de principio a fin en el que la fortuna no les sonrió hasta los últimos veinte minutos de encuentro. Los de Martínez no dejaron nunca de intentarlo y vencieron a un Aston Villa que solo creó peligro una vez y marcó Bacuna. Por parte de los azules marcaron Naismith y uno de los goles de la temporada por parte de Mirallas.

 

En ocasiones, cuando el juego no basta, hay que tirar de casta, de pundonor y de coraje. Ponerlo todo en el asador y confiar. Hoy no vimos uno de los partidos más espectaculares en cuanto a juego. No hubo idas y venidas, ni muchas ocasiones en ambas porterías. En un lado estaba un equipo que trata la pelota como si se tratase de la cosa más delicada de este planeta. En el otro, un equipo que simplemente vió una exhibición de valentía. Desde los primeros compases de juego, el guión quedó establecido. El Everton iba a recuperar la honra tras el durísimo varapalo del fin de semana anterior impuesto por su archienemigo, el Liverpool. Ni dos minutos tardó Aiden McGeady en estrellar contra la madera el primer disparo de los toffees. Los de Lambert lo tenían claro: agarrar la pelota y salir a la contra, a pillar a los locales volcados en su campo y matarlos. 

El choque fue madurando y ambos equipos extremaron sus estrategias hasta tal punto que el Everton rozaba el 70 por ciento en posesión. Pero el Villa supo esperar. Tanto que durante una elaboración del Everton, robaron el balón por mediación de Delph. El esférico llegó a Benteke y con una genialidad le sirvió el esférico a Bacuna, que llegó desdoblando por la banda y batiendo a Howard con un duro disparo raso. El 0-1 cayó como un tiro en Goodison Park, como una pesadilla. El único tiro a puerta de los villanos de la primera parte había perforado las redes, pero no la moral del Everton.

Tras el descanso, Martínez retiró a Barkley, muy desaparecido, por un Pienaar que sería clave en el desarrollo del juego durante los segundos 45 minutos. Los toffees subieron una marcha más -si, aunque pareciese imposible- y comenzaron a encerrar a los visitantes, que lejos de sentirse cómodos, vieron mermadas sus opciones de salir al contragolpe. La orquesta de Goodison tocaba y tocaba y el público animaba y animaba. Todo el mundo sabía lo que iba a ocurrir. La igualada llegó en una gran jugada entre Pienaar y Naismith. El escocés la clavó en las redes y los aficionados enloquecieron. Pero la traca final llegaría en el 85, cuando el más virtuoso de toda la orquesta, Mirallas, clavó desde 30 metros una falta directa. No fue la potencia sino el efecto lo que determinó que ese balón entrase. Y todo Goodison Park entró en éxtasis. La mejor manera de quitarse las penas es con victorias así.

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Antonio Portillo

El fútbol inglés, desde su génesis, exhibe propiedades que lo hacen único y seductor. De generación en generación se transfieren valores que enamoran desde la esencia misma del juego: la pasión. Como un orfebre que labra metales, la cultura futbolera inglesa enlazó hitos preciosos a lo largo de su historia.

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