Maloney rescata al Wigan en el último minuto

El Wigan empata (1-1)  con un QPR que mereció más

Era un duelo por todo lo bajo entre dos equipos que llegaban al partido con distintas sensaciones. Por un lado el Wigan, con dos victorias consecutivas y la ilusión de competir las primeras semifinales de la historia en la Copa inglesa. Por otro, un QPR con dos derrotas seguidas que ha gastado alrededor de 20 millones de euros en el mercado invernal sin mucho éxito.

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Zamora después de ver la roja directa

El partido comenzó con un QPR desesperado por buscar el área rival en la parte derecha del campo. Fue así como el equipo de Redknapp, que apostó desde el inicio del encuentro por una presión muy intensa, estuvo a punto de adelantarse en el marcador cuando Zamora bajó un balón de las nubes que Remy estrelló en el palo para el alivio de Joel.

Eran los primeros minutos de un encuentro en el que ambos equipos, que partían la jornada en la zona de descenso, se mostraban imprecisos conscientes de lo que se jugaban. No existía el medio del campo ni orden en ninguna de las dos áreas. Dentro de ese caos, Zamora fue expulsado en el minuto 20 de partido tras propinar una patada escalofriante en la cara de Jordi Gómez. Incuestionable.

Comenzaba un nuevo encuentro ideal para Koné, letal en los espacios, la calidad de Jordi Gómez y el desparpajo del joven y veloz Callum McManaman. Sin embargo, al Wigan le costaba sacar la pelota y atacaba siempre muy horizontal ante un ultradefensivo QPR que esperaba su oportunidad a la contra o al balón parado. La primera mitad concluía así con un empate a cero que no servía de mucho a ninguno de los dos equipos, sobre todo al QPR.

El ritmo del partido no cambió en el inicio de la segunda mitad. Redknapp, asumiendo inevitablemente más riesgos, buscaba soluciones con la entrada de Onuhoa y Taarabt. Granero lo veía en el banquillo. Por su parte, el Wigan se mostraba conformista y, lejos de aprovechar la superioridad numérica y sentenciar al equipo londinense a la Championship, no creaba mucho peligro en la portería de Julio César.

Roberto Martínez intentó reaccionar con cambios pero su equipo sorprendentemente no sabía qué hacer con la pelota. Ese es uno de los problemas principales del Wigan que, a pesar de jugar muy bien al fútbol, tiene muchos problemas cuando no hay espacios. De hecho,  hubo que esperar hasta el minuto 75 para que los latics crearan la primera ocasión clara. Como no, nació de las botas de Jordi Gómez, que puso un balón perfecto a la cabeza de un McArthur que remató al muñeco.

El temor y conformismo del Wigan hizo que el QPR confiara en la victoria y, sin nada que perder, se lanzó a por los tres puntos que mereció durante todo el encuentro por su ímpetu y esfuerzo. La recompensa llegó a falta de cinco minutos para el final cuando Remy, uno de los pocos aciertos de la directiva del QPR en el mercado invernal, culminó de primeras un espléndido contraataque que nació de una falta peligrosa a favor del Wigan. 1 a 0. Sin embargo, cuando los de Redknapp ya saboreaban la victoria, Shaun Maloney rescató a su equipo en el último minuto del partido con un golazo de falta directa que hunde aún más al QPR y permite a los latics sumar un punto vital para seguir luchando por huir de los puestos de descenso.

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Antonio Portillo

El fútbol inglés, desde su génesis, exhibe propiedades que lo hacen único y seductor. De generación en generación se transfieren valores que enamoran desde la esencia misma del juego: la pasión. Como un orfebre que labra metales, la cultura futbolera inglesa enlazó hitos preciosos a lo largo de su historia.

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