De una forma o de otra, todo el mundo se levanta por el Chelsea
Londres es una ciudad que respira fútbol por todos los costados. No en vano, cuenta con hasta seis equipos en la Premier League: Chelsea, Arsenal, Tottenham, West Ham, Crystal Palace y Fulham. Todos ellos son diferentes pero hay uno que, desde la llegada de Román Abramóvich, acapara la mayoría de las miradas: El Chelsea.
Como vivía cerca de Stramford Bridge (en un albergue de South Kensigton), conocía bien la zona. Rodeado de casas blancas y amplias, con calles espaciosas y coches de lujo, Chelsea es un barrio tranquilo y adinerado. Y como tal, no goza del encanto de otros equipos obreros como el Fulham, el Rayo Vallecano inglés.
Quizá, esa sea la primera razón tras la llegada de Abramovich por la que, según encuestas recientes como la de Trinity Mirror, el equipo de Mourinho sea el conjunto más odiado de la Premier. A esto hay que sumar el aire de superioridad del entrenador portugués y la inestabilidad del club en cuanto a movimiento en el banquillo y de jugadores se refiere.
Hablamos de un equipo que es amado u odiado, pero que no admite término medio. Dentro del estadio, como comprobé en un partido de la Carling Cup ante el Newcastle en 2010, la afición tiene fe ciega en todo el equipo y por encima de todo, destacan las arengas de “Come on Chelsea” (vamos Chelsea) y “Stand up for Chelsea” (levántate por el Chelsea). Como si de un acto religioso en una iglesia se tratase.
Al fin y al cabo, eso es lo que representa este club. Consigue que se levanten todos, desde los que critican su estilo ofendidos e indignados tras el partido ultradefensivo contra el Atlético de Madrid, hasta los fieles, en Inglaterra y todo el mundo, que le siguen y seguirán hasta donde llegue. "Keep de blue flag flying high" (mantén la mandera azul volanto alto). “Stand up for Chelsea”.
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