18 años y 11 títulos avalan a Arsène Wenger como mejor mánager de la historia del Arsenal, con una carrera muy constante en la que ha sabido posicionar al Arsenal como uno de los mejores equipos de Inglaterra, pero en los últimos años la apatía se ha hecho dueña del club 'gunner' y sobre todo de su entrenador, convirtiendo a un grande de Europa en un equipo al filo entre la élite y la mediocridad.
El Arsenal nunca ha sido un club millonario, o al menos eso es lo que sale a la luz si tenemos en cuenta las grandes ventas que ha llevado a cabo en los últimos años: Henry, Nasri, Cesc, Van Persie o Song son algunos de los baluartes que, ya por la necesidad del club de hacer caja o por la ambición de los propios jugadores, han decidido abandonar Londres para optar a, como poco, algo más.
Siempre bienintencionado en su filosofía -la de tirar de cantera y jugadores jóvenes- y en su juego, una imitación del estilo de toque del fútbol del Barcelona y de la selección española, al Arsenal ya no le queda ni eso. Con un equipo plagado de jugadores de fuera, Wenger ya no parece ni saber a qué juega su equipo. La defensa siempre ha sido el punto débil de un conjunto poco acostumbrado a la intensidad y salir a morder, pero si a ello sumamos la pérdida de una supuesta identidad, a Wenger le queda poco o nada que hacer en la capital inglesa. Tan pronto combinan con la pelota como usan la movilidad como principal arma, pueden salir por la tangente y decidir jugar al contraataque; o simplemente encerrarse cuando el resultado es favorable y verlas venir, lo que suele llevar a duros palos -sin sorpresa- en los últimos compases de los encuentros.
Más allá de un palpable puesto de segundón en una liga acostumbrada a ver al Manchester United y Chelsea pelearse por el campeonato, el resurgir del City a base de talonarios infinitos ha relegado al Arsenal a ser el cuarto en discordia, cuyo objetivo no pasa, año tras año, de clasificarse para la Liga de Campeones e intentar hacerlo lo mejor posible en las copas.
Su papel en la mencionada Champions League no es nada desdeñable, ya que ha tenido que enfrentarse en los últimos cuatro años a los mayores 'cocos' de la competición, como Barcelona (en dos ocasiones) o Bayern de Múnich en la pasada edición y en la presente. Lo que realmente significaron estas citas -las que demuestran la calidad real de un equipo europeo- fue la incapacidad del Arsenal para competir contra equipos grandes. Desde la edición del 2008/09 en que se disputó el pase a la final con el Manchester United, sólo pueden presumir de unos cuartos de final perdidos contra el Barcelona en el 2009/2010. El resto, durante tres años seguidos, son tres derrotas contundentes en octavos contra Barcelona, Milán y Bayern.
La cuestión es que esto no se trata de una falta de jugadores importantes -porque los hay-, aunque se eche en falta un hombre franquicia que lleve el Arsenal en la sangre y se deje los pulmones partido a partido, cuestión harto complicada de comentar en únicamente un par de líneas. Dejémoslo en el cuestionado rendimiento de un Özil que valió lo que podrían haber sido Higuaín y otro refuerzo necesario.
La apatía de Özil no es más que la última idea de bombero de un entrenador agotado, sin ideas, que hace mucho decidió que el Arsenal no formaría parte del Olimpo en el que sí se encuentran rivales directos como Chelsea o Manchester United (ahora en horas bajas). Comenzó la liga con mucha fuerza, con un fútbol alegre y muy ofensivo, pero algunas lesiones como la de Ramsey o Wilshere han destapado las enormes carencias que tiene el equipo londinense.
Es cierto que los 'grandes bancos' pueden seguir permitiéndose líneas de crédito ilimitado ya que sus propios status e historia así lo indican, pero si el Arsenal sigue siendo un segundón durante unos años más, creo que es la hora de negarle un nuevo crédito a Arsène Wenger y, tras 18 años de gran ejercicio, brindarle una merecida ovación y dejarlo marchar.
Twitter: @ProyectoPremier @feresbec
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